En esta primera entrega en mi Blog, hablaré acerca
de la relación perfecta que teníamos como seres humanos con nuestro Creador.
Además veremos los privilegios con que cantábamos, como consecuencia de esa
relación que manteníamos con Dios.
En el principio,
después de la creación del Hombre, la comunión que Adán y Eva tenían con Dios
era perfecta. Esta comunión estaba regida por la condición espiritual en que
ambos se encontraban, ya que sabemos que Dios es espíritu y la única forma de
comunicarnos con él es espiritualmente, "Dios
es espíritu; y es necesario que los que le adoran, le adoren en espíritu y en
verdad" (Evangelio según San Juan 4:24, RVA). Entonces
el ser humano mantenían una relación muy estrecha con Dios, teniendo el
privilegio de comunicarse directamente con él sin ninguna interferencia de por
medio. El ser humano podía identificar claramente a Dios, recibir sus
enseñanzas, conocer claramente lo que él quería que hiciera, identificar la
diferencia entre Dios y el, entender qué venía de Dios y qué no venía de Dios,
saber cual era su voz y cual no era su voz. Un gran privilegio del cual gozaban
Adán y Eva.
Además de esta condición espiritual
privilegiada, Adán y Eva poseían unas capacidades mentales y emocionales
excepcionales. También poseían una capacidad corporal superdotada, la cual les
permitían realizar sus actividades eficientemente. Adán por su parte les colocó
el nombre a todos los animales creados por Dios, araba la tierra y no se
cansaba. Por otra parte Eva era capaz de dar a luz y no sentir ningún dolor.
Además de esto a ambos se les asignó una tarea muy grande que debían de
cumplir, que era la de gobernar y cuidar la tierra que se le estaba entregando.
Debían de tener dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y sobre
toda bestia que se movía por la tierra; debían cultivar, labrar y ordenar la
tierra. Nada más en pensar en el tamaño del jardín de Edén, que se encontraba
en medio de dos grandes ríos; suponemos el tamaño de la tarea que les fue
encomendada. En otro orden de ideas eran una pareja emocionalmente estable,
cada uno sabía cual era su roll en la relación y ninguno pretendía colocarse
por encima del otro para tomar así el control. Así fuimos creados por Dios, así
éramos desde el principio.
Toda esta condición privilegiada y
superdotada que gozaban Adán y Eva en el principio, estaba dada por su relación
cercana que mantenían con Dios. Su condición espiritual predominaba por encima
de su cuerpo, su mente y sus emociones. Su fuerza, inteligencia, resistencia y
superioridad de vida, les venían dadas por esa relación que mantenían con Dios.
El hecho de la advertencia de no comer del árbol de la ciencia del bien y del
mal, nos indica que Dios esperaba que Adán y Eva completaran su estado
espiritual comiendo del fruto del árbol de la vida. Lo cual garantizaba el
dominio definitivo de lo espiritual, y completar su existencia aquí en la
tierra viviendo siempre en la esfera de Dios. No era su deseo que predominara el
estado carnal, el cual siempre se revelará
contra él. Para preservar esa relación estrecha con Dios debían avanzar en el
campo de lo espiritual, el árbol de la vida era la provisión perfecta para tal
hecho.
Para estar seguro de poder escuchar
y entender claramente que es Dios quien nos está hablando, tenemos que tener
una condición espiritual adecuada. Tenemos que estar sintonizados correctamente
con el creador, entonces así podremos conocer que es él el que nos habla.
También está el hecho de tener la certeza de hablarle, y saber que podemos
tener una conversación verdadera con Dios. Para llegar a esta condición
espiritual suprema, tenemos que tener una calidad de vida espiritual superior a
la que normalmente tienen las personas hoy en día. Es la condición en que se
encontraban Adán y Eva, que les fue dada en la creación, era su estado
habitual. Alcanzar a comer del árbol de la vida, implicaba que esa condición
espiritual suprema se completaría. Que además de poder comunicarse con Dios sin
ningún tipo de interferencia, tendrían también participación de su condición de
vida eterna. Entonces así estarían completos y listos, para tener una relación
en un estado óptimo con Dios.
La interferencia en nuestra relación
espiritual con Dios, la da lo que se denomina la carne. Que tiene que ver con
nuestra alma, donde se encuentras nuestros sentimientos y nuestro conocimiento.
La carne cuando recibe alguna información, la procesa a través de sus medios;
los cuales son los sentimientos y los pensamientos. Así que no podemos
simplemente tener un encuentro puramente espiritual con Dios, porque la carne
no lo permite. Ella tiene que filtrarlo todo porque es el medio natural de
nuestra existencia, porque somos lo que pensamos y lo que sentimos. Por tal
motivo Adán y Eva fueron advertidos, en contra del árbol de la ciencia del bien
y del mal. O vivimos según la carne o vivimos según el espíritu, las dos cosas
no son compatibles cien por ciento. Indiscutiblemente que las dos esferas so
encuentran en el interior de nuestro ser, somos seres pensantes y
sentimentales; eso nos mueve. Pero también somos seres espirituales, creados a
imagen y semejanza de Dios. Así que la situación dentro de nosotros es la
siguiente, al dominar una esfera las demás se someten a ella. No pueden vivir a
la par las tres, a esferas me refiero a espíritu, alma y cuerpo.
Fuimos creados originalmente con una
tendencia al predominio de lo espiritual por encima de las otras esferas, por
tal motivo Adán y Eva se podían comunicar perfectamente con Dios. Pero vemos
que al Dios advertir sobre el árbol de la ciencia del bien y del mal, había el
peligro de caer en la esfera de la carne y ser dominados por nuestros
sentimientos y nuestro conocimiento. Lo cual no era conveniente para mantener
una relación saludable con él, ya que Dios es un ser puramente espiritual. No
podremos concebir claramente lo que Dios es por medio de nuestro razonamiento,
mucho menos por media de nuestros sentimientos; e indiscutiblemente no podemos
con este cuerpo material presentarnos delante de Dios. Así que lo único que
tenían que hacer ellos, Adán y Eva, era preservar intacto el predominio de la
parte espiritual con que habían sido creados originalmente. Y luego al final
completarlo, al desear comer del árbol de la vida.